En 2018 llegó a la Gran Pantalla el largometraje de los hermanos Spierig, Winchester: la casa que construyeron los espíritus, protagonizada por una Helen Mirren que se estrenaba dentro del género de terror. Michael y Peter Spierig quisieron abordar en este largometraje la sobrenatural historia que envuelve la construcción de la Mansión Winchester, así como a su peculiar creadora, Sarah Winchester. Independientemente de la acogida que tuviese el film en su día, la opinión de la crítica y que dé más o menos miedo, los hechos reales en los que se basa no dejan de ser de lo más interesantes. De hecho fue la historia real la que hizo que me interesara por la película, no obstante vamos a dejar a un lado el cine y el espectáculo para hablar sobre la verdadera historia de la Mansión Winchester y Sarah Winchester.

Nuestra historia comienza en New Haven el 1 de septiembre de 1839 con el nacimiento de Sarah Lockwood Pardee, quien pasaría a llamarse Sarah Winchester a los 20 años tras casarse con William Winchester, heredero de la Winchester Repeating Arms Company. En 1866 pasados cuatro años desde su matrimonio, tuvieron a su primera y única hija, Annie que murió tan sólo cinco semanas después por marasmo, una enfermedad que surge debido a una alimentación pobre en proteínas y calorías. Este suceso marcaría la vida de Sarah Winchester y daría inicio una sucesión de desgracias que no tardarían en llegar.
A comienzos de 1880 la familia Winchester volvió a verse sacudida por la tragedia, falleció Oliver Winchester (suegro de Sarah) dejando la empresa Winchester Repeating Arms Company a su único heredero, su hijo William. Lamentablemente tan sólo tres meses después también falleció William a causa de la tuberculosis a los 43 años, por lo que su mujer, Sarah Winchester heredó una gran fortuna (20 millones de dólares que por aquel entonces era un dineral), se convirtió en la accionista mayoritaria de la Winchester Repeating Arms Company, teniendo unos beneficios diarios de 1.000 dólares. Aquí es cuando se pone interesante la historia, ya que Sarah siempre pensó que aquella era una herencia maldita.

La viuda de Winchester creía que su familia había sido maldecida, un castigo debido a todas las muertes ocasionadas durante la guerra por el rifle Winchester. Dicen que Sarah comenzó a sentir que algo o alguien la perseguía, por lo que quiso visitar a una médium que pudiera ponerla en contacto con su marido. Dicha médium parece ser que consiguió ponerse en contacto con William, quien le habría confirmado que su familia estaba maldita, así como también le habría dicho que los espíritus de todos aquellos que murieron a causa del rifle Winchester iban a por ella. También le dijo que debía mudarse a California y comprar un nuevo terreno, ella sabría cual en cuanto lo viera, y en él debería comenzar a edificar una casa que debía estar en constante construcción. Y es que si detenía la obra moriría, mejor dicho los espíritus la matarían.
Así pues Sarah Winchester compró una pequeña casa en la localidad de San José, California, la cual pasó edificando durante 38 años hasta el día de su muerte el 5 de septiembre de 1922 a la edad de 83 años. Sarah siempre iba de luto y apenas socializaba, se dedicaba únicamente a la construcción de su mansión victoriana que ella misma diseñaba. Por las noches se encerraba y creaba los nuevos diseños que al día siguiente le entregaba al capataz de la obra para que siguieran con la construcción, la cual no se detenía durante las 24 horas.

La Mansión Winchester tiene más de 2.000 metros cuadrados, 10.000 ventanas, 2.000 puertas 160 habitaciones, 52 tragaluces, 17 chimeneas, 47 escaleras (no peldaños), 6 cocinas y 13 baños. Datos ofrecidos por la página oficial de la casa Winchester. Parece que la viuda también estaba obsesionada con el número 13, por lo que este se repite en el número de cúpulas del invernadero, los paneles de cristal de las ventanas, los peldaños de muchos tramos de escalera, candelabros, etc. La casa llegó a tener hasta siete plantas, que se redujeron a cuatro tras el gran terremoto de San Francisco de 1906, que demolió la torre de 7 pisos y la mayor parte del cuarto piso. Toda esta obra arquitectónica le costó a Sarah Winchester 5 millones de dólares, que vendrían a ser unos 71 millones en la actualidad.

Según la biógrafa oficial de Sarah Winchester, Mary Jo Ignoffo, la extraña casa sería el resultado de la afición de Sarah por la arquitectura inculcada por su padre. Además estaba suscrita a diferentes publicaciones y revistas dedicadas a la arquitectura, por lo que la Mansión Winchester habría sido el taller en el que Sarah ponía en práctica todo lo que aprendía, así como las ideas que sacaba de las revistas, de hecho encargó a Tiffany las vidrieras de la casa. Y bueno, los carpinteros y empleados que contrató Sarah Winchester sólo podían hablar maravillas de ella. Pero es que la cosa no acaba aquí, ya que era una pionera en lo que a tecnología de la época se refiere. Y es que además de que la casa cuenta con 3 ascensores, inventó un intercomunicador que consistía en unas tuberías repartidas por toda la casa, que comunicaban una habitación con otra. Fue muy ingeniosa con los sistemas de riego del jardín, además de ser la primera persona en San José en tener teléfono. Siempre miraba hacia el futuro y la innovación.
Pero las “malas lenguas” afirmaban que con el tiempo los diseños que Sarah Winchester entregaba a los obreros eran cada vez más extraños. También se decía que temía a los espíritus, por lo que comenzó a edificar pasillos laberinticos, escaleras sin salida y puertas que daban al vacío para que no pudieran dar con ella. Cuentan también que realizaba sesiones de espiritismo en una tétrica torre de la casa, la conocida como “El sombrero de la bruja”. Al día siguiente salía de allí con los bocetos que debían seguir los obreros. Leyenda o realidad, actualmente la Mansión Winchester es un Monumento Nacional en Estados Unidos, el cual puedes explorar a través de visitas guiadas o incluso desde la propia web en formato online.