Si os pregunto por la actriz Hedy Lamarr ¿alguno o alguna sabría decirme quien fue esta gran mujer? ¿Por qué es un icono cinematográfico y, por supuesto, un icono feminista? No os llegáis a hacer una idea de cuantas mujeres como ella han caído en el olvido y son unas auténticas desconocidas para las nuevas generaciones, tanto en el ámbito cinematográfico como fuera de él. Un buen ejemplo de esto es el de Hedy Lamarr, una mujer que no se doblegó ante nadie, fuerte e inspiradora que escapó de un matrimonio opresivo, se convirtió en una estrella e icono cinematográfico de la Metro Goldwyn Mayer y puso sus conocimientos en ingeniería a disposición del gobierno cinematográfico durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin duda una mujer todoterreno que volverá a ser recordada de la mano de Gal Gadot y la plataforma Showtime, que están preparando un biopic de la actriz en forma de miniserie. Un proyecto en el que también se abordará el auge y la caída del feminismo en EE.UU durante la época en la que vivió Hedy Lamarr. Pero no podremos disfrutar de esta maravillosa producción hasta que Gal Gadot concluya su trabajo en Muerte en el Nilo y, por supuesto, Wonder Woman 1984. Así que he querido adelantarme a los acontecimientos y dejar patente en El Regidor de Cine el importante legado que nos dejó Hedy Lamarr.
Pese a que todos la conocemos por el nombre de Hedy Lamarr, la actriz e inventora austriaca nació como Hedwig Eva Maria Kiesler, quien se ganó un gran reconocimiento a nivel cinematográfico por ser la primera actriz en simular un orgasmo en el cine, en el largometraje Éxtasis. Pensaréis: “chica que no es para tanto”, pero claro aparecía ella completamente desnuda y mostrando su rostro, algo que era impensable en aquella época. Y aún os diré más, tacharon la película de escándalo sexual y prohibieron su proyección en las salas de cine, la censuraron y condenaron hasta en el Vaticano. Qué raro lo de estos ¿no?
Pero obviamente no le horrorizó a todo el mundo, como por ejemplo al magnate de la empresa armamentística Hirtenberger Patronen-Fabrik, Fritz Mandl. Quedó totalmente “enamorado” de la belleza de Hedwig, por lo que no tardó en tratar de conquistarla y pedir su mano a sus progenitores, como se hacía antiguamente y tal. Los padres de la actriz vieron en Mandl la oportunidad perfecta de que su hija dejase la interpretación y fuese por el buen camino, así que la obligaron a casarse con él pese a que ella quería continuar con su carrera. Aquello fue un infierno para Hedwig.
Mandl era tan celoso y posesivo que llegó incluso a hacerse con todas las copias de Éxtasis, para que nadie más que él pudiese ver a Hedwig desnuda. No se separaba de ella, la acompañaba la acompañaba a todos los lados y la exhibía como si de un trofeo se tratase, lo que más odiaba la actriz en esta vida. Pese a que vivía en un lujo constante en el castillo de Salzburgo, no dejaba de ser la prisionera de Mandl, ya que no podía hacer nada sin su consentimiento. Asqueada de la situación en la que se encontraba, Hedwig retomó la carrera de ingeniería, además también aprovechó para aprender y recopilar información sobre las características de la última tecnología armamentística nazi, ya que su marido la obligaba a asistir a todas las reuniones de empresa.
Pero aprovechando que Mandl estaba fuera en un viaje de negocios, Hedwig escapó y se marchó en coche hasta París con lo puesto, cogiendo únicamente las joyas necesarias con las que obtener el dinero suficiente para marcharse de allí. Consiguió escapar de los guardaespaldas de su marido y llegó hasta Londres, donde se embarcó en el transatlántico Normandie hacia Estados Unidos. La suerte sonrió a Hedwig, porque coincidió con el productor Louis B. Mayer, con quien firmó un contrato de trabajo para la Metro Goldwyn Mayer antes de llegar a puerto. Eso sí, la única condición que le puso B. Mayer fue que cambiase su nombre para que no la relacionasen con la película Éxtasis. Y de los distintos nombres que barajaron, la actriz se decantó por el de Hedy Lamarr en honor a la actriz de cine mudo Bárbara La Marr.
Hedy Lamarr se instaló en Hollywood y comenzó a desarrollar su carrera como actriz, llegando a protagonizar una treintena de largometrajes. Aunque dicen que no tenía mucho criterio a la hora de escoger los proyectos, ya que rechazó participar en Luz de Gas y también en Casablanca. Pese a ello nada le impidió elevarse en la década de los años 30 como una estrella emergente con una imagen más que deslumbrante. Pero Lamarr no se conformó con su carrera cinematográfica, quiso hacer algo más, por ello decidió aportar sus conocimientos en ingeniería a favor de los aliados en la guerra contra los nazis. Por lo que ofreció su trabajo al National Inventors Council, el cual rechazaron para aconsejarle que se limitase a usar su imagen, su físico y su éxito como actriz para promover la venta de bonos de guerra. Sin comentarios.
Pero Lamarr no decayó, y junto a su representante idearon una campaña: todo aquel que adquiriese más de 25.000 dólares en bonos recibiría un beso suyo. En una sola noche la actriz vendió 7 millones de dólares. No contenta con esto – y muy bien que hizo – y tras el trágico hundimiento de un barco de refugiados a causa de un submarino alemán, Lamarr se interesó por los temas de la defensa nacional, concretamente en el área de las comunicaciones. La actriz se dio cuenta de que las transmisiones mediante señales radioeléctricas eran muy vulnerables e inseguras, por tanto eran fáciles de interferir y de localizar.
Y en una conversación con el compositor George Antheil encontraron la solución. Se dieron cuenta de que se podía cambiar de frecuencia de la misma forma que uno puede cambiar de notas en un piano, por tanto Lamarr les propuso transmitir los mensajes fraccionándolos en pequeñas partes. Y cada una de estas partes debía ser transmitida secuencialmente pero cambiando de frecuencia cada vez, siguiendo un patrón pseudoaleatorio. Así lo que conseguían era reducir el tiempo en el que se transmitía el mensaje, que hubiese un espacio entre las diferentes partes del mensaje, por lo que era prácticamente imposible componer el mensaje si no se sabía el código de cambio de canales.
A esta gran aportación de Hedy Lamarr se la conoce como el espectro ensanchado por salto de frecuencia, y es la base de las tecnologías inalámbricas actuales como el wifi o el Bluetooth. Pero el gobierno estadounidense no lo utilizó hasta la crisis de los misiles de Cuba en 1962, ya que en 1957, ingenieros de la empresa estadounidense Silvania Electronics ystems Division habían desarrollado el sistema creado por Hedy y George. Lamentablemente para entonces la patente había caducado, por lo que la actriz y el compositor no vieron ni un duro.
Y ya si hablamos del reconocimiento a este invento, la verdad es que tardó demasiado tiempo en llegarle, pero finalmente llegó: En 1997 le concedieron el Pioner Award y también el Bulbie Gnass Spirit of Achievement Award, además de una distinción honorífica por el proyecto Milstar (sistema norteamericano de defensa por satélite). En el 98 la Asociación Austriaca de Inventores y Titulares de Patentes le otorgó la medalla Viktor Kaplan. Además en Austria el día del inventor se celebra el 9 de noviembre en honor a Hedy Lamarr. Sin duda una mujer digna de admirar y un enorme referente para todas nosotras.